Alfredo Daniel Lopez

Derecho de pernada

 

                     
\'Derecho de pernada\' 

 

En una noche tan clara
como había sido el día
donde luna les dispara
ráfagas de fantasía,

se unen en aquel poblado
una multitud que espera
el día tan señalado
que cualquier mujer quisiera.

Ellos el sí se darán
juntando sus blancas manos. 
Al final se casarán
según el ritual cristiano.

Pero no sabía el novio
que el Señor le exigiría
la pernada, ya que es obvio
que a ella la desfloraría. 

Vivían en la Edad Media. 
El derecho de pernada
es una infame tragedia
que la dejará marcada.

Y llega el señor feudal
con su séquito de muerte, 
viene como un animal;
con el dolor se divierte. 

La novia llora asustada. 
El novio se embalentona. 
Chirrean muchas espadas
entre una risa burlona. 

Su barquilla se destroza. 
Su corazón ya no late, 
la que era una buena moza
ahora está para el gaznate. 

El novio ofrendó su vida,
nadie debía manchar
la pureza tan bruñida
que ella quería entregar.

Al marido allí lo matan
porque quiso defender
a la esposa que maltratan
los esbirros del poder.

Todos miran en silencio, 
los amordaza el terror;
\"si miro, si lo presencio... 
callo pues tengo temor\". 

La violación se consuma, 
no se escucha más protesta. 
El miserable así suma
una nueva alma que infesta.

De tan infame actuación
un niño en su vientre vive,
poco a poco su razón
entra en un franco declive.

La gestación fue muy mala
y ella resistió a la muerte,
en su vientre se intercala
otro ser con peor suerte.

Nace el bebé y ella grita,
llama con fuerza a su amado,
\"ahora puedo ir a tu lado\". 
Ya no es más la flor marchita.

El niño crece en el huerto
y pronto aprende a luchar. 
Para llegar a buen puerto
nunca debe claudicar

ni tener amo y señor.
Su vida será un ejemplo
de que rendirse es peor. 
Que la paz es para el templo.

Al cabo de diez mil lunas, 
el niño hecho todo un hombre
goza de fama, renombre,
posesiones y fortunas.

Pero queda la venganza
que en su barquilla aún late,
le genera tal debate
que consume su esperanza.

Al mal Señor y a su prole
debe castigar el hijo. 
A la nobleza socole
sola y triste en un cortijo.

Finalmente todos caen,
ayuda la Inquisición, 
que de los nobles sustraen
pecados en confesión.

Arreglado su universo
ahora el hijo como padre
olvida el ritual perverso
y busca a la que es su madre.

Y la encuentra ahora envuelta
en un mundo sin sentido, 
su inocencia fue disuelta
cuando murió su marido. 

Y se reconcilian juntos:
Ella con el infinito. 
Él con sus muchos asuntos... 
Se acabó el ser un proscrito. 

Tal parece que en la vida
siempre arreglo tiene todo,
no des la fe por perdida, 
no eres tú un simple apodo.

Les llamaban los bastardos
hijos del Señor feudal, 
que en noches de vendaval
engendró hijos de ojos pardos.

Pero la verdad es cruel, 
\'la sangre llama más sangre\'. 
Eso la lleva en la piel
y en su ansías de palangre

descubriendo con horror
que del padre tiene genes, 
para nada es un honor... 
pero enraizado los tiene. 

 

 


Alfredo Daniel Lopez 
El guardian del centeno.        Barcelona España