No miren mi vergüenza,
Que culparme ante todo el mundo
Es el único fruto de mis ofensas,
Aunque a nadie yo he ofendido.
Al infinito reprochaba
Una vida sin sentido,
Ahora que lo he hallado
La censura va conmigo.
Dos personas sin rumbo ni destino
Se entrelazan, salvajes como espinos.
En el instante fugaz de un respiro
Vanse con orgullo realizados,
Y para los demás invisibilizado
Ven en sus cabezas un halo divino.
¡Oh! Qué cruel es la fortuna
Y qué audaz es la adversidad
La utopía nos envuelve
Y sin más nos escupe a la realidad
Desnudos y culpables
¡Qué cruel he sido!
¡Qué cruel es la sociedad!
Vaga ahora por las calles (con la cabeza gacha),
Se han quedado las espinas,
Se ha ido la divinidad.