Tu cuerpo es un templo que habito sin prisa, un santuario que cada vez me pide más. Los labios, rojos y suaves, son la entrada a un mundo donde el deseo no tiene nombre, donde cada beso es un pacto secreto que firmamos en la penumbra. Es tu boca la que enciende mis entrañas, la que trae consigo un viento cálido que me arrastra hasta el centro de tu ser.
Tus ojos, dos destellos de luna en la noche infinita, me llaman desde lo más profundo, revelando todos los misterios que guardas en tu alma. No hay oscuridad que se resista a su luz. En cada mirada, en cada parpadeo, hay un universo por explorar, una promesa de placeres aún no pronunciados.
Tu piel es un mapa que me invita a perderme, a recorrer cada rincón con la misma urgencia con que el mar besa la orilla. La sensación de tu cuerpo contra el mío es un poema escrito en el aire, donde cada roce se convierte en una palabra, y cada palabra, en un suspiro. Y no hay espacio para nada más que ese instante, en el que te conviertes en mi todo.
tu cuerpo es el refugio donde se disuelven mis miedos, donde la noche y la lujuria se entrelazan, creando un caos sublime. Tus caricias son la llave que abre las puertas de un universo que solo tú sabes habitar. Y en cada movimiento, en cada susurro, te entregas y me devoras, como la sombra que se adueña del sol al final del día.