Yace el amor en lo que fue promesa,
en el silencio eterno de los huesos,
que guardan los suspiros y los rezos,
y en la fría lágrima que besa;
el eco de tu voz se va apagando,
como el ocaso que se torna oscuro,
y en mi pecho, de luto, quedo puro,
con el dolor que sigue martillando.
Así mi alma, con la sombra juega,
en el vacío de esta soledad,
donde el recuerdo, su puñal despliega;
no hay consuelo en la dura realidad,
sino en la hiel que mi corazón riega,
y en la penumbra, lloro tu verdad.