Reconstruir una relación que está fracturada es un viaje que se extiende mucho más allá del simple acto de perdón. Es un proceso que requiere no solo la voluntad de sanar las heridas, sino el coraje de desaprender hábitos arraigados.
Cuando una relación se fractura, a menudo hay una creencia subyacente de que el daño es permanente. Esta creencia se basa en la idea de que una vez algo se rompe, especialmente una conexión entre personas nunca puede volver a ser lo que era.
El dolor, la decepción, los malentendidos y los años de distancia pueden nublar cualquier esperanza de reparación. Cuando hemos sido heridos, aprendemos a protegernos y lo hacemos construyendo muros alrededor de nuestro corazón y nos convencemos de que es mejor mantener a las personas distantes del mismo. Estos muros se vuelven tan cómodos, que ya no sabemos cómo vivir sin ellos, ya que sentimos que nos protegen del miedo a un daño adicional, sin embargo, también nos limitan de la posibilidad de sanar.
Lo que a menudo se pasa por alto es que esos muros, aunque protectores, también nos encierran en el mismo dolor que intentamos escapar, cuanto más tiempo nos aferramos a estas defensas, más difícil se vuelve imaginar un mundo sin ellas, debido a que nos convertimos en prisioneros, no del dolor del pasado, sino del miedo a enfrentarlo.
El dolor que no es abordado en una generación lastimosamente se propaga a la siguiente, y aunque creamos que nos liberamos de patrones antiguos, nos encontramos repitiéndolos. Sin embargo, este legado de división puede ser roto cuando decidimos enfrentar el pasado, no para culpar, sino para transformar el dolor en algo constructivo y así crear un nuevo legado de amor, compasión y paz, que permita dar ejemplo a las futuras generaciones de que el perdón y la sanación sí es posible.
Reconstruir una relación fracturada requiere entender que la sanación no es un camino recto, todo lo contrario, la sanación es un camino impredecible y lleno de recaídas. No se trata solo de \"superar\" o \"dejar ir\" el dolor, se trata de aprender a vivir con las cicatrices, aceptando que el pasado, por más doloroso que sea, es parte de quienes somos, y no puede ser borrado.
Laura Meyer