MIGUEL CARLOS VILLAR

El amor

El amor

 

En el crepúsculo de los recuerdos,

el amor florece

como un campo de flores silvestres,

vibrante y lleno de vida.

 

Un álbum color sepia,

guardián silencioso de susurros y risas,

se abre con manos temblorosas.

Cada página es un secreto,

un eco de corazones que,

como pájaros en el alba, recobran su canto.

En el crepúsculo de una fotografía,

una joven pareja,

sus manos entrelazadas,

danzan en la memoria.

 

La vestimenta

musita historias de un periodo lejano.

Sus miradas que se encuentran,

como ríos que convergen,

traen consigo la fragancia de lo eterno.

 

Ahora,

en el ocaso de sus años,

esos dedos curtidos se buscan,

como raíces que encuentran su tierra.

Se miran,

y el fuego de su pasión,

avivado por el roce del tiempo,

incendia el aire que los envuelve.

 

El paisaje marchito cobra vida,

un lienzo que el amor

pinta con los colores del recuerdo,

y como si el universo se detuviera,

sus labios sellan la promesa de su eternidad

con ese beso retenido por el tiempo.

 

Así,

el amor se transforma

en un instante que nunca se apaga,

un canto que perdura en la brisa.