Se fue en pleno invierno,
cuando el sol aún bostezaba adormecido.
Palpó con los dedos del alma las murallas de su pueblo y los surcos de su tierra regados con lágrimas de sangre.
Quedé huérfana de sus caricias y del arrullo inconfundible de su palabra.
Voló entre músicas celestiales con el aroma del Jazmín enredado en su cabello, y la dicha en los labios.
Nunca más percibí la fragancia limpia de la flor junto al perfume inconfundible de su cuerpo.