En un banco de la plaza,
las farolas del crepúsculo,
esperan pasos lentos.
Las hijas de las palmas
guardan la música
de la noche anterior.
Pero la banca guarda
la ausencia y el tiempo…
después, solo silencio.
El amor vivió allí,
sin que nadie lo notara,
era parte del paisaje,
invisible pero presente.
¿Qué pasa cuando el amor
deja un lugar?
A veces parece regresar
sin que nadie pueda tocarlo,
la brisa esquiva el espacio vacío,
parece cuidar lo que ya no está.
¿El amor necesita cuerpos?
La brisa pensó:
“Amaste sin fronteras
acariciaste el vacío cada día,
solo visitaba el eco
que dejan dos almas.”