Te has ido así de repente, fuiste el árbol potente, el horcón de mis amaneceres, ejemplo ante la vida; te vas en busca del horizonte, dejando al viento los brazos abiertos.
Llegué contigo y es suficiente. Por qué te has ido. Dejas parte de ti en estas manos, en la sangre, en mi cuerpo joven, representado aquí lo que un día fuiste; ya no será el viaje para verte.
Te has ido así de repente, el tiempo me sorprende; los deseos de abrazarte me enloquecen, contemplar tu caminar lerdo, nutrirme con tu figura. Lúgubre es tu partida, no dices nada.
Mutilado estoy por la despedida, has dejado en mí asuntos pendientes, el encuentro candente, palabras por decir, el amor de sangre fluida, asuntos navegando en el tiempo.
Llegarán tardes los días de alegría. Te has ido entre las colinas; ahora de visita a la luna, al honorable sol; ellos serán tus dueños. ¡Envidia, maldita sea! Sé que te amarán como yo, papá.