Nunca me he sentido cercano a la muerte,
como me siento ahora, tocando versos
que encogen mis dedos, buscando la melodía
de aquellos sentimientos que sonaban cada día.
¿Es esto pérdida, nostalgia
o tal vez una carta de derrota,
clavada en cada gota
de lágrima caída en mi cara?
Lágrimas que tocan el suelo
donde piso los sueños que no van con mi historia,
que se enlazan con un paraíso
que las llamas consumieron sin gloria.
La bendita extrañeza al ver tus ojos vacíos,
y tan solo hallar mis ojos llorosos en los tuyos,
que simplemente me expulsan del camino.
No quiero odiarte, pero te odio con todo cariño.
Puedo matar a todos tus ángeles rastreros,
que hablan cosas soeces de nuestra unión,
pero tú has consumido lo dulce de la vida,
y lo oscuro ya es solo una mancha en tu hoja.
Tu amor se pierde en un verso entre un millón,
el mío se derrite, manchando cada emoción.