En los senderos del tiempo impreso,
donde los días se tornan fugaces,
hay un alma que brilla en exceso,
un refugio en horas audaces.
Sus risas, murmullo del viento,
su voz, melodía serena,
compañera en cada momento,
luz clara en la noche más plena.
No es sombra, es fuego y estrella,
es abrigo en el crudo invierno,
una chispa noble y bella,
complicidad de un lazo eterno.
Que el mundo sepa su esencia,
su ternura y su fortaleza,
pues su amistad es presencia,
es un regalo, una pieza.
Así, en versos dejo marcado
lo que el alma no puede callar:
un nombre en mi pecho grabado,
que el
tiempo no podrá borrar.