En la arena del destino,
donde el viento ruge fuerte,
se alzan sombras y caminos
de los que desafían la suerte.
No es la carne la que gana,
ni los puños los que vencen,
es el alma que no cede,
es la mente que no duerme.
Cada golpe es una historia,
cada herida una canción,
cada caída es la gloria
de quien se alza con pasión.
Miran todos con asombro
cuando caes y te levantas,
porque el fuego de los lobos
nunca en ceniza se apaga.
No hay cadenas que detengan
al que lucha con verdad,
no hay derrota que someta
al que aprende a soportar.
Sigues firme, invulnerable,
con la fuerza de un gigante,
y aunque el mundo se desplome,
sigues siendo inquebrantable.
Porque aquellos que persisten
dejan huella en el camino,
y sus nombres nunca mueren,
son el eco de los invencibles.