JUSTO ALDÚ

BAJO LA SOMBRA DE UNA DICTADURA

 

Ciudad de Panamá, octubre de 1987. Aquellos días, desempeñaba mis funciones en el Departamento Legal del Banco Nacional de Panamá. Durante mis momentos de ocio, plasmaba en papel artículos de opinión que, bajo el seudónimo \"El Rejo\", se publicaban en un diario local, alzando una voz crítica contra el régimen opresor del dictador Manuel Antonio Noriega. Su gobierno, férreo y despiadado, se sostenía sobre el siniestro lema de las \"3 P\": Plata para el amigo, Palo para el indeciso y Plomo para el enemigo.

La atmósfera en el país era asfixiante. Las medidas económicas impuestas por Estados Unidos nos sumían en una crisis profunda: los salarios llegaban incompletos, los alimentos escaseaban y las amenazas del Comando Sur, con sede en Panamá, eran constantes. En enero del 88, nació mi hija mayor, lo que me llevó a pausar temporalmente mi activismo y participación en mítines. Sin embargo, unas semanas, retomé con renovada determinación mis escritos y colaboraciones durante todo ese año.

La sombra del asesinato del Dr. Hugo Spadafora Franco, ocurrido tres años antes en la frontera con Costa Rica, pesaba en mi mente. \"El Rejo\" se había convertido en un objetivo para la dictadura, aunque mi identidad permanecía oculta. En otro diario de opinión, el laureado escritor Tristán Solarte escribía la columna \"En Pocas Palabras\", inspirando a muchos con su valentía.

En octubre de 1988, un grupo de militares intentó un golpe de Estado contra Noriega, pero fracasaron. Los conspiradores fueron apresados y ejecutados sin piedad. Pronto, recibí noticias de que mi identidad había sido descubierta y venían por mí, junto a otros disidentes. Con premura, aseguré a mi familia y, con apenas un maletín que contenía una muda de ropa, me dirigí junto a otros perseguidos a una base militar estadounidense.

Pasé un día refugiado hasta que finalmente, abordamos un avión C-130 de transporte de carga rumbo a Estados Unidos. Arribamos a Homestead, Florida, donde cada uno tomó su propio camino. Intenté localizar a un familiar, pero al llegar a su residencia, me informaron que se habían mudado a California meses antes. Sin recursos ni contactos, me vi obligado buscar refugio bajo un puente vial. Los habitantes de la calle, al conocer mi historia, me brindaron su ayuda. Durante cuatro días, compartí su dura realidad hasta que una familia cubana, que solía repartir comida en la zona, se interesó por mi situación. Me acogieron en su hogar y, en agradecimiento trabajé para ellos en diversas labores, incluyendo su pequeño restaurante.

Con el tiempo, logré ahorrar algo de dinero y decidí regresar a Panamá para reunirme con mi familia y sacarla del país si podía. Así lo hice en octubre de 1989, con la intención primero de pasar la Navidad en mi tierra natal. Lo que no anticipé fue que, en diciembre de ese año vendría la invasión de Estados Unidos a Panamá, un evento que cambiaría el curso de nuestra historia.

Bajo la sombra de una dictadura, aprendí que la resistencia y la esperanza son faros que guían incluso en las noches más oscuras.

 

JUSTO ALDÚ

Panameño

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