Buscaban tus ojos
la luz y la llama
de un día distinto
que el sol les dejara.
La aurora, despacio,
por fin despertaba,
lanzando bostezos,
quitando legañas.
Abajo, en el patio,
los gallos cantaban,
preludio de un día
con larga jornada.
Tus ojos seguían
tras recia ventana,
buscando la aurora
con hebras de plata.
Y un rayo de oro
llegó a tus pestañas,
bajo hasta los labios,
cubriendo tu cara.
Y al fin despertaste
dejando la cama,
y en ella las brumas
y alguna migraña.
Quedó la pereza
envuelta en la nada,
y tú, en la cocina,
comiste unas gachas.
Café con galletas,
y leche templada,
te dieron la fuerza
que tú precisabas.
Saliste a la calle
en nueva jornada,
te espera el trabajo
de tarde y mañana.
Y luego, en la noche,
vendrás a la casa,
con ojos cansados,
igual que tu espalda.
El duro trabajo
produce esta causa,
del día y la vida
luciendo tus canas..
Rafael Sánchez Ortega ©
03/02/25