Un susurro que el viento no puede apagar,
un latido que viaja y se puede escapar.
Tus palabras son manos que rozan mi piel,
derriban el tiempo, me hacen creer.
Porque tú y yo somos eternos,
un universo que al caminar se extendió.
El tiempo se rinde, el espacio se encoge,
cuando tu amor y mi alma rebosan de goce.
No importa cuán lejos se vea el final,
tus ojos me guían, mi faro inmortal.
Tu voz es un puente que vence la ausencia,
me eleva, me abraza, me llena de esencia.
Somos fragmentos del mismo infinito,
mitades que danzan, que anhelan un grito.
Ni sombras, ni noches, ni el mundo podrá
romper el lazo que nunca se irá.
Más allá de la distancia, más allá del ayer,
te encuentro en mi alma, te encuentro en mi ser.
Eres la brisa que al alma estremece,
la llama encendida que nunca perece.
No hay muro ni abismo que puedan romper
la luz infinita de nuestro querer.
Y así, en la distancia, seguimos unidos,
dos almas, dos fuegos, jamás extinguidos.
Que el tiempo transcurra, que el mundo se agote,
serás mi refugio, mi eterno derroche.
JFAS 24-11-2024
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