En el reino virtual de los falsos perfiles,
viven los jueces, los clones, y otros reptiles.
Con teclas afiladas y egos de acero,
juegan a dioses... ¡pero no dan ni miedo!
Se disfrazan de sabios, de espías expertos,
investigando vidas detrás de puertos abiertos.
\"¡Tú eres fulano!\", gritan con emoción,
pero no atinan ni usando su imaginación.
Confunden a brujas con poetas en la red,
¡y hasta me hicieron chileno una vez!
Que soy este, que soy aquel, que soy un clon,
pero yo solo soy chile... ¡y no sé qué más, campeón!
Montan escenas como actores de novela,
con tramas tan flojas que hasta el Netflix cancela.
Hablan de IPs, de rastros digitales,
pero se pierden en sus propios portales.
Dicen tener pruebas, secretos, razones,
pero solo repiten las mismas canciones.
Que la IP dice esto, que el perfil dice tal,
pero el único misterio es su juicio mental.
Se creen detectives, jueces y fiscales,
pero no pasan de ser trolls sentimentales.
Acceden a datos que no deberían tocar,
y al final del día… ¿qué logran ganar?
Si los inquilinos no escuchan, o se van,
¿para quién lanzan piedras? ¿Quién las recogerá?
Que sigan golpeando el techo vacío,
que el eco será su mejor desafío.
Pandillas de teclado, pandillas de humo,
con teorías que no aguantan ni un empujón de plumo.
Mientras ellos juegan a ser grandes señores,
nosotros reímos, escribiendo mejores rumores.
Y si algún día deciden que soy tú,
o que tú eres yo, o que somos un bluetooth,
les dejo este poema, para que lean despacio,
porque al final, su confusión… ¡es mi mejor espacio!
Así que sigan lanzando sus piedras virtuales,
que aquí estamos firmes, sin dramas ni males.
El que mucho presume y poco demuestra,
termina atrapado en su propia respuesta.