Credo de los que no tienen fe, pero siguen de pie.
Creo en la duda,
madre y verduga del pensamiento,
en su filo que corta las certezas,
en su abismo que devora las mentiras,
en la pregunta que nunca se calla,
en la convicción de que todo es incierto,
y en la verdad que arde sin promesas.
Creo en la voz que desafía,
en el silencio que no se arrodilla,
en la risa que escupe sobre el dogma,
en la sombra, que no necesita luz para existir,
en el peso de un nombre sin dueña,
en los rezos que mueren en la lengua,
y en la herejía de vivir sin temor.
Creo en el error antes que en el milagro,
en la caída, antes que en la gloria,
en el sudor, antes que en la promesa,
en el destino, como un dado cargado en mi contra,
en la blasfemia de seguir respirando,
en la voluntad que no pide permiso,
y en la fuerza de no doblar la rodilla.
No espero redención,
no pido paraíso,
no temo al infierno,
porque ya lo he pisado,
y lo he hecho mi hogar sin pedir permiso,
con el fuego abrazando mis pasos,
y estoy segura de que nunca fui oveja.
Creo en mí,
en mis heridas,
en mis cicatrices,
y en el polvo que un día seré,
pero hoy…
Aún sigo de pie,
con los puños cerrados y la mirada en alto.
La Bruja Irreverente.