Floreciste una mañana de septiembre
dulce y pequeña rosa de mi alma
tan primorosa y reluciente
Sobre el jardín de mi juventud fuiste plantada
Sonriente, bajo el sol de verano que mi corazón te brinda
Regada con el roció de mis lágrimas
el rojo sangre adquieres
Tocándote con ternura y dulzura
Fui seducido por tus hermosos pétalos
Pero cada vez que lo hacía, tus espinas me herían
Intente alejarme de ti, cautivadora belleza
Pero a tus raíces siempre volvía
El roció del alba, cae por mis heridas manos
Pero abrazados estamos, espinas calando en el corazón
Unidos en la eternidad
De un amor tan bello
Como mortal
Y cuando al fin, exhausto,
caí rendido entre tus hojas,
tu fragancia me envolvió,
dulce… embriagadora…
antes de cerrar mis ojos,
antes de que tus pétalos se cerraran sobre mí.