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En el lago sereno, quieto y puro,
se refleja tu rostro, dulce y bello,
como un sueño de luz, claro y seguro,
con la fuente que llora en tu cabello.
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Ondas suaves, tímidas, al pasar,
distorsionan tu imagen fugitiva,
sin que logren tu esencia desgastar,
sin que pierdas tu amalgama cursiva.
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El cielo en tu reflejo se confunde,
y el viento canta versos en lo eterno,
el lago ávido tu cintura la hunde
en una imagen mental que encuaderno.
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Es un reflejo de cielo exterior...
un poema grabado en mi interior.
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El lago espeja tu figura altiva,
como un cuadro pintado por la luna,
y en sus aguas tu imagen se deriva,
en sombras de coincidencia oportuna.
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Tu pelo es seda que el agua acaricia,
y tus ojos, astros centelleantes,
guardan secretos de antigua delicia,
en copos o en las lágrimas brillantes.
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Hasta la cintura el lago te envuelve,
y en su frescor tu cuerpo se desliza,
mientras el sol en tu piel se disuelve,
mi vida, el lago, el cielo se eterniza.
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Las ondas juegan en tu torso erguido,
y el agua besa tu silueta entera,
mientras agraciado y acomedido,
se confunde con luz de la ribera.
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Tu torso emerge, firme y luminoso,
mientras el agua oculta tu misterio,
y en su seno, tu ser reposa hermoso,
como un orbe guardado con criterio.
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Mueve el viento memorias con sigilo,
y tu reflejo danza en giro ameno,
mientras el tiempo, en su callado estilo,
teje runas en un cuadro sereno.
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Es un reflejo de cielo exterior...
un poema grabado en mi interior.