🇳🇮Samuel Dixon🇳🇮

El fascículo

 

El fascículo

Un día tuve un sueño, que es fuerte y que es anónimo;
un sueño sin medida que no tiene pseudónimo.
El sueño reticente, poblado de renombre,
en donde yo no pude cambiarme ni de nombre
y ahora estoy sin serlo, la llama, el ideal.
Mas, sé por visión propia que el don espiritual
en este, cuyo espejo, refleja la planicie:
el don de la palabra por toda superficie,
el eco poderoso, curando muchas glebas
o el verbo que traduce: soporta tantas pruebas,
no temas ni desmayes, la vida es corazón:
proverbio donde canta la sabia Salomón,
uniendo cada fibra que lo hace un adalid.
La lucha empedernida, los Salmos de David,
epístolas de Pablo, memorias de Abisag;
canéfora del pueblo o hetaira, cual Rahab:
aquella fiel creyente, mujer empedernida,
que un día de la historia, Josué salvó su vida.
El sueño que he tenido, semeja algo grandioso
y solo en poesía se puede ver hermoso.

Soñar es para muchos, reír en pleno día
o toda la esperanza, vestida de alegría
en pleno mar adentro, sin rumbo, sin pasión.
Soñar es más que eso, soñar es condición
de ser un personaje, dispuesto a caminar;
soñar no está en dormirse, soñar está en pensar
¿Qué somos y qué hacemos? ¿Por qué y adónde vamos?
Soñar es la frontera de lo que imaginamos,
espécimen que vibra, que nos identifica.
Soñar es explotarse, pensando en qué radica
la fuerza del vocablo. Soñar está en cambiar.
Soñar no es solo ver, soñar es empezar.

Soñar, ya lo ha explicado con versos Calderón;
soñar es el vertigen, la luz, la dirección
y todas las palabras que toman sello y normas.
Soñar es un conjunto de planos y de formas:
actores con autores en el preciso instante,
dejando a un lado el miedo, ya nos propuso Dante,
poniendo en evidencia momentos o fascículos,
así, tal cual la Biblia nos insta a sus versículos:
Santiago, Jeremías, Romanos y Samuel,
Corintios, Isaías, Proverbios o Daniel,
Efesios, Timoteo, Miqueas, Filipenses,
Josué, Deuteronomio, Mateo, Colosenses,
Oseas y Cantares, Nahúm y Zacararías,
Hageo o San Marcos, Amós y Malaquías,
Hebreos, Ruth y Pedro, San Juan y hasta Reyes
o Crónicas, Nehemías o Números y leyes,
o Tito, Sofonías, también, Lamentaciones,
o Gálatas, Josías, o Silas con sus dones,
Jonás, Ester y Jueces, Levítico, Ezequiel,
Abdías, Job y Salmos, San Lucas y Joel.
Y Génesis que brinda la aurora del amor
es Éxodo del hombre, soñar es lo mejor.

Soñar es para el hombre, dejar el egoísmo,
unir sus fortalezas, amarse por sí mismo,
seguir aspiraciones, bogar, usar el remo.
Soñar es olvidarse, viajar hasta el extremo,
dejando en el pasado las siete bestias fieras:
lujuria y avaricia, pereza, o bien, quimeras,
envidia irreverente, codicia sin medida.
La gula que estremece la esencia de la vida
con garras afiladas y fauces de León
es todo remanente que llama a la ambición
y tiene en sus senderos la puerta caprichosa;
soñar es ver la espiga, reír junto a la rosa,
que puebla de palabras lo tierno y lo sagrado.
Soñar es dar el alma con metas, encarnado.
Soñar es discernir lo malo de lo bueno,
siguiendo los preceptos de Dios, el Nazareno.

Por eso es que mi sueño lo vierto nuevamente
en dar al mundo entero mis versos, muy sonriente.
El sueño que he tenido, respira la armonía,
plegaria que se aloja por más sabiduría.
Por tanto, es esperanza del ser y ser valiente,
así como agua viva que mana de la fuente.

Soñar es dar un beso que, sin tocar los labios
encienda cada numen y junte a muchos 
sabios.
Soñar en emprender capítulos tras capítulos,
pasajes tras pasajes, títulos sobre títulos.
Soñar es innovar, ser arte que dé aliento,
soñar es proseguir la ruta al pensamiento.

Por ende, alguien que sueña, pretende ser ejemplo;
modelo para el débil, matriz dentro del templo,
antídoto al enfermo, durazno, flor o miel.
Soñar no es tener sueño, soñar es ver la piel
o el órgano que exprime su música divina.
Soñar es ser un líder del alma clandestina:
la lira, la sonata, la flauta y el violín,
el canto de un arcángel, la voz de un paladín,
el grito de doncellas, de musas y querubes
o el verso del poeta que eleva hasta las nubes.
Soñar es ser ministro, mover cada acueducto
en donde la receta se da para el producto,
después de ser proceso. Después de ser materia.
La luz busca el incienso, la paz, la periferia,
predicen los cenzontles, sonríen colibríes,
se abrazan los planetas, caminan maniquíes,
movidos por el sueño. Movidos por el gozo
que extraen güiriseros del dulce calabozo.

             

                          Samuel Dixon