Mis ojos se quedaron atrapados
en esa su figura inmaculada,
que tiene los fulgores de esmeralda
que emite en sus destellos febril halo.
Mi copa de placer fueron sus labios
henchidos de las mieles más profanas;
que fueron del deseo ardiente lámpara
con pálpitos divinos de su orgasmo.
Con ella caminé por los caminos
bordados con guirnaldas de colores;
que llevan entre nardos al olimpo
que ofrecen del amor sus arreboles;
¡en donde se disfruta del delirio
de tórridas y mágicas pasiones!
Autor: Aníbal Rodríguez.