Bajo el manto de la noche, serena y callada,
se extiende un océano de luces doradas.
Las estrellas murmuran secretos perdidos,
historias de tiempos jamás concebidos.
El viento susurra con brisa de plata,
acaricia la luna, que brilla y se alza.
Las sombras danzan en campos dormidos,
dibujando siluetas de sueños prohibidos.
Un río de estrellas cruza el abismo,
latiendo en el cielo con dulce heroísmo.
Son faros de fuego, de amor infinito,
sigilosos testigos de todo lo escrito.
Caminante errante, alza la vista,
que el cielo te cubre con luz infinita.
Cada destello es un eco vibrante,
un susurro eterno, un canto errante.
Los astros, pacientes, te ven desde lejos,
saben de anhelos, de risas y ruegos.
Sus luces titilan con voz cristalina,
dibujan destinos, te guían, te arrullan.
Oh, cielo estrellado, vasto, profundo,
guardián silencioso del alma y del mundo.
En tu inmensidad, me pierdo y me hallo,
en cada estrella, un sueño, un verso, un milagro.