Joel F.
PersecuciĆ³n
Huyes, cual liebre blanca y pavorosa,
de mí, de mi nostalgia y mi delirio.
Huyes de mi amor y es este martirio
el que ensombrece mi alma candorosa.
Te alejas en la tarde penumbrosa
en que el sol ya no besa el mustio lirio;
y yo detrás solo le pido a Sirio
que me guíe hacia tu alma temerosa.
¡Detente, corazón ensombrecido!
Detente y deja, libre, que se escape;
detente y deja que el dolor te atrape.
Porque habrá un día en que el sol no se tape
por el dedo del tiempo adolorido...
¡De nuevo estarás al amor rendido!