cita conmigo misma.
Hoy cité a mi yo del pasado,
es chica tan perdida,
no quiero tener ningún resultado,
solo quiero sanar aquella herida.
Yo llegué con media hora de antelación,
en cambio, ella llegaba demasiado tarde,
la saludo con educación
aunque ella me mira como si fuese yo la cobarde
No le doy importancia y llega el camarero
nos pregunta que ordenaremos.
Ella pide, lo de siempre, el guiso de romero
yo, lo nuevo, alitas y jalapeños.
Nos quedamos a solas,
nos analizamos mutuamente en silencio,
veo sus miradas dolorosas,
ella ve, de sus miradas mi inocencio.
La hablo, le pregunto
pero no contesta
ella solo está enfadada con el mundo
la entiendo y no la exijo una respuesta
El camarero trae nuestros platos,
y el silencio sigue siendo denso,
ella clava la mirada en los zapatos,
mientras en su mente navega sin consenso.
“¿Por qué tanta rabia contenida?”
le pregunto suavemente,
“la vida no es siempre bendecida,
pero te prometo, hay magia latente.”
Ella susurra, apenas audible,
“me cuesta creer en cuentos de hadas,”
le tomo la mano, trato de ser comprensible,
“en cada noche oscura, hay madrugadas.”
Hablamos de sueños rotos,
de esperanzas desmoronadas,
pero también de los momentos devotos,
y de las luchas que hemos superado, encarnadas.
Con cada palabra, su gesto se ablanda,
ve el brillo de mis ojos resurgido,
ella también es valiente, aunque no lo entienda,
su lucha es el puente que nos ha traído.
Terminamos la cena, la noche avanzando,
ella se marcha, con algo de consuelo,
me quedo un momento, la mente repensando,
cómo en este viaje, todo tiene su duelo.