Mientras unos preparan su partida,
otros seres empiezan la tarea
de enfrentarse a la mítica pelea
con las trampas ingratas de la vida.
La sonrisa del niño está vestida
con la luz de inocencia, que flamea;
mientras tanto, sentado en la azotea
del abuelo su lumbre parpadea.
Mas con puño cerrado y decidida
esperanza el camino siempre otea;
y su antorcha que siempre está prendida
al infante le ofrece como tea;
que ilumine su senda indefinida
con el aura de fe, que no flaquea.
Autor: Aníbal Rodríguez