Sendero del alma, a la sombra del mensajero,
donde no hay carta, ni espejo ensarta.
Soledad cubierta por divanes ajenos,
presagian nimios encuentros pasajeros.
Alondras matutinas, embelesan miradas,
ninguna destinada a la grieta fría de su balada.
Amor incandescente, fuerte y evidente,
busca su hilo en la niebla pasada.
Sin aliento, llega a la cima,
buscando oro se aproxima,
solo encuentra piedra,
escarbando entre la yedra.
Decae la ilusión, nace del desconcierto.
Divaga el sentimiento, esperando sin puerto.
(Gloria Villanueva)