Franklin Sandi

Dos lagrimitas huecas

 

 

Pides el cielo y las estrellas

con una lagrimita viva

y esperas recibirlo todo.

 

Sobreofertas a cambio nada

ni una sonrisa prestada

ni un anillo de humo

ni una morisqueta.

 

Solo te rueda otra lagrimita

suelta.

 

Las recibo a las dos vivitas en las manos

-en cada hueco una especie

rara de perlas negras azuladas

tibias- para lanzarlas

al aire cuando te vayas

 

y esperar que no se vuelvan golondrinas

en tus balcones mustios

como en los tiempos de Gustavo Adolfo

Becquer.