Poco me queda, nada me sobra; lo oculto detrás de un orgullo sordo, mudo y ciego.
Gastado por las lijas del desconsuelo, solo sobra de él un pedacito pequeño.
Sonrió solo por amabilidad; ya no tengo gracia, ocultó el dolor a los demás.
Apenas unas migajas, una gota fina como el hilo del cual pende una araña.
Lo tomo todo en broma, pues no tengo de otra; ya lo peor pasó y lo comprendí.
No sirve de nada llorar al mar cuando las gotas de lágrimas no se pueden ver.
Me queda compadecerme, preguntarme cómo pudo ser, qué fue lo que tan mal hice.
Quizás fue mi culpa, o no, no quiero preguntar; sería en vano, la luna no es de miel.
Ya no me queda demasiado, ya no me sobra nada, quizás un poco de nostalgia.
Soy consciente de que no podré levantarme, que no podré mejorar, y así muere dentro de mí la vanidad.