Ed-win

El JARDINERO SOLITARIO

 Era un jardinero muy peculiar, para él no había nada más importante
que proteger sus plantas.
Su jardín era un santuario, lleno de vida y belleza.
En cada rincón abundaban rosas que lo hacían sentir muy orgulloso,
esto era lo único que él conocía.
Sus vecinos se reían de sus extravagancias, ya que derrochaba
todo su dinero en ellas e incluso decían que poseía macetas de oro y plata,
pero a él no le preocupaban los chismes.
Su amor por su jardín era inquebrantable, nunca se interesó por los demás.
Dedicó toda su vida a cuidar sus plantas como si fueran su única familia.
Regaba sus plantas temprano en la mañana porque le gustaba verlas
crecer, florecer y dar frutos día tras día.
El jardinero siempre cuidaba de ellas, pero tenía la extraña sensación de que algo faltaba.
Pasaban los años y la rutina ya lo perseguía, no le bastaba con tener un jardín tan bonito.
Un día, decidió cambiar su vida y se le ocurrió un plan que lo haría feliz.
Se propuso rescatar plantas abandonadas que nadie quería o, mejor dicho,
plantas que corrían el riesgo de morir por no ser deseadas o por estar mal cuidadas.
No soportaba ver esas hermosas plantas marchitarse ante sus ojos,
él anciano quería protegerlas y darles mucho amor llevándolas a su casa,
suponiendo que serán  felices en el jardín.
Sin embargo, muy por  dentro de su alma, él  también quería ser amado y protegido
de la misma manera que, algún día siendo un  anciano solitario,
alguien lo recogiera al llegar a su vejez  porque se sentía solo y ese era su gran sueño.
 
El jardinero ya estaba muy angustiado porque puso mucho esfuerzo en esas plantas,
y ellas no reaccionaban a sus cuidados.
Su vida comenzó a cambiar, pues esas plantas abandonadas
lo consumían y lo frustraban.
A pesar de todos sus excesivos cuidados, no eran felices y no crecían.
El jardinero estaba obsesionado con revivirlas,
desde niño sentía la angustia del abandono y no quería rendirse.
La idea era, que fueran felices a su lado y reverdecieran,
florecieran y dieran muchos frutos para él.
Esto no fue así, estas plantas están particularmente deprimidas,
después de tanto esfuerzo, dándoles vitaminas y fertilizantes,
nunca les faltó agua y, sobre todo, tenían mucho cariño.
Todo lo que necesitaban lo tenían, sin embargo, nada las hacía felices.
El jardinero finalmente se dio cuenta de que estas plantas estaban intoxicadas,
y eran solo los costosos químicos los que las hacían trabajar día a día.
Para él, esto no era algo que sucediera de forma natural.
¿No entendía qué tipo de enfermedad era?
¿Por qué estas hermosas plantas se excitan más con los fertilizantes
químicos y los medicamentos que con sus hermosos cuidados?
Entonces comprendió que estas plantas eran adictas a estos medicamentos.
El jardinero, ya advertido, sintió que era una batalla que no podía perder.
Había invertido demasiado dinero y tiempo de su vida;
y para entender a  estas hermosas plantas se involucró en lo más profundo.
 
Pensó que era la única forma de entenderlas y así poder ayudarlas,
y quería averiguar la razón,  porque no querían crecer como las demás.
Esta curiosidad; fue una mala decisión para el jardinero.
por su terquedad, él terminó intoxicado  y empezó a marchitarse como ellas.
Se contagió y empezó a sentir que la clorofila se apoderaba de su cuerpo.
Igual  la sabia  de las plantas, ya  estaba corriendo por su sangre
con  los químicos, drogas y fertilizantes.
Y poco a poco su cuerpo empezó a marchitarse igual que una planta,
su cara cogió un tono pálido, verdoso, pasaron los días y al poco tiempo lo perdió todo.
Convirtiendo en un desamparado, ya nadie lo veía, se volvió invisible para los demás.
Fue ignorado por la comunidad, y en su decadencia  nadie le dio la mano.
Una madrugada, cuando se levantó, abrió los ojos y se dio cuenta
de que las últimas  plantas se habían desaparecido.
Al estar sin dinero, sabía que ya no encontrará la planta que le dará fruto y lo haga feliz.
 Él quería beber agua para saciar su sed, pero nadie le ofreció ni una gota de agua.
Como nadie   se acordaba de él,  se puso a caminar sin cesar
hasta que el cansancio y el dolor se apoderaron.
Su cuerpo no podía más en su mala situación,
no quería que nadie lo viera como un tronco caído a la mitad del camino.
y, casi arrastrándose, decidió refugiarse en la maleza de un terreno abandonado. 
Inclinado, frágil en un rincón, esperaba su fin, dispuesto a dejarse morir.
Después de una larga agonía, se alegró al descubrir una enredadera
que vivía en una pared de ladrillos viejos. 
Esa misteriosa planta era una joven  buganvilla, y era la única que lo miraba.
 Él nunca había estado tan cerca de una de ellas,
pero sabía  que tenían espinas muy peligrosas
y por esa razón las había evitado toda su vida.
La  hermosa planta enredadera lo  vio caer en la maleza y el jardinero,
sorprendido, observó cómo ella, lo recogió,  abrazándolo dulcemente,
levantándolo con sus pétalos y espinas sin hacerle daño.
Ella, junto a todas sus hojas,  recolectó gota por gota,
ofreciéndole agua, calmando su sed.
El jardinero no lo creía, pensó que estaba alucinando.  
Él,  ya no tenía fuerzas y  sin resistencia, se dejó ayudar, 
Inmediatamente, ella comenzó a limpiarlo del lodo del pantano que lo oscurecía,
y de todas las heridas y alimañas que consumían el cuerpo de este pobre jardinero,
protegiéndolo con sus espinas y reviviéndolo nuevamente a la vida.
 Más tarde, el jardinero, ya recuperado, se levantó y agradecido,
le ofreció cuidarla, pero  ella se negó, porque  nunca necesitó de  nadie,
solita, había aprendido a defenderse desde que nació.
El jardinero, ya entendiéndolo,  comenzó nuevamente a soñar,
y a vivir, pero esta vez junto a la peligrosa enredadera llena de espinas
que se convierte en la única y verdadera amiga,
ya que  lo protegió sin conocerlo.
  Pero ella de inmediato le hizo saber:
—\"Cuando esperas de regreso frutos, tu razón se distrae,
ten en cuenta que las rosas también poseen espinas\".
El jardinero, por fortuna, se topó con la buganvilla,
 y está esperanzado en que se convierta en  la futura familia 
con la que  siempre soñó.