JUSTO ALDÚ

VIVE TU VIDA

Luis era un niño curioso y aventurero, siempre explorando los rincones más recónditos de su pequeño pueblo. Un día, mientras jugaba en el bosque cercano, descubrió un fragmento de meteorito que emitía una extraña radiación. Sin saberlo, al acercarse, quedó expuesto a esa energía cósmica.

Poco después del incidente, Luis comenzó a notar cambios en sí mismo. Podía escuchar los pensamientos de las personas a su alrededor, como si fueran susurros en su mente. Al principio, este nuevo don le resultaba fascinante. Podía anticipar las necesidades de sus padres, responder a las preguntas de sus maestros antes de que las formularan y conocer los secretos más profundos de sus amigos.

Sin embargo, pronto se dio cuenta de que esta habilidad traía consigo complicaciones. Sus padres, Marta y José, se mostraban desconcertados cuando Luis les cuestionaba sobre pensamientos que nunca habían expresado en voz alta. Sus maestros se inquietaban al notar que él parecía saber más de lo que enseñaban, y sus amigos comenzaron a alejarse, sintiéndose incómodos por su capacidad para descubrir sus secretos más íntimos.

Con el tiempo, Luis se fue aislando. La soledad se convirtió en su compañera constante, y la alegría que antes lo caracterizaba se desvaneció. Se preguntaba si este don era en realidad una maldición.

Un día, mientras deambulaba por el mercado del pueblo, se encontró con Jonás, un anciano de largas barbas y ojos penetrantes. Sin que Luis dijera una palabra, Jonás le sonrió y le dijo:

—Conozco tu secreto, joven.

Sorprendido, Luis respondió:

—¿Cómo es posible?

Jonás continuó:

—He vivido mucho tiempo y he conocido a otros como tú. Tu don es poderoso, pero usarlo sin discernimiento no te traerá paz. Debes aprender a controlarlo y permitir que la vida siga su curso natural.

Luis, ansioso por encontrar una solución a su aislamiento, preguntó:

—¿Cómo puedo hacerlo?

El anciano le aconsejó:

—La clave está en la moderación. No siempre es necesario conocer los pensamientos de los demás. Respeta su privacidad y permite que las interacciones fluyan de manera natural. Vive el presente y confía en que todo sucede en su debido momento.

A partir de ese encuentro, Luis decidió seguir el consejo de Jonás. Comenzó a bloquear los pensamientos ajenos, centrándose en las palabras y acciones de las personas. Descubrió que, al hacerlo, sus relaciones mejoraban.

Así aprendió que no hay que forzar el destino, sino vivir el presente. Todo pasa cuando tiene que pasar, no antes ni después.

Moraleja: No se puede vivir de lo que piensen o no piensen los demás; hagan o no hagan otros, sino vivir nuestras vidas para ser felices.