Siento la mañana con sus misterios,
Viendo pasar mi juventud
Que agoniza aún en la búsqueda
De divinidad en esta tierra de hombres,
En la gracia que un mortal alcanza
Entregando su vulnerabilidad,
Lujuria y fervor a otro ser mundano,
Coincidiendo y reconociéndose
Donde la felicidad tiene que ser el
Camino y no el destino.
Siento las noches con sus misterios,
En el jardín, sus grillos, la quietud
Arrullando a este taciturno,
Entregándome a esa quietud
Que tanto había buscado en el humo
De la ciudad y en los vasos de los bares.