Deja que vea la luna,
deja que su luz me alcance,
tras la cortina vieja,
entre voces rotas.
Deja que llegue la luna,
con rastros de un viejo romance,
el no-amor que viaja,
por delirios y notas.
El frío me besa,
nunca ha sabido expresarse,
tan extraño semblante,
y su piel menguante.
Deja que llegue la luna,
que sea su luz mi trance,
tan cerca de su belleza,
tan lejana su tibieza.