“El Banquete de los Dioses ”
1
En el Olimpo, con vino y festín,
Júpiter brinda, ya empieza el trajín.
Con su rayo en mano y gesto solemne,
pero en la toga… ¡un hoyo indecente!
Venus suspira, mira su reflejo,
mientras Marte finge no estar tan perplejo.
Él, dios de la guerra, valiente y feroz,
pero huye si el amor le sube la voz.
Neptuno en la esquina, con su tridente,
jurando que el mar no es tan indecente.
Pero en las olas, dicen las ninfas,
se escapan secretos… ¡y alguna rima!
Saturno, cansado, da vueltas al tiempo,
mientras su hijo, Júpiter, roba el momento.
“¡Papá, no te enojes, ya eres historia!”
Pero el viejo gruñe: “¡Devuélveme la gloria!”
Apolo recita versos al sol,
pero sus musas bostezan sin control.
Diana le dice: “¡Menos poesía!
Que tus metáforas matan la cacería.”
Mercurio, astuto, va de aquí para allá,
robando sandalias y alguna deidad.
Con alas en los pies y lengua afilada,
vende rumores como si nada.
Mientras tanto, Baco, dios del vino,
riega el Olimpo con su buen tino.
Pero en su borrachera tropieza al andar,
“¡Ups! ¿Ese era el Monte Olimpo o mi bar?”
Y así, los dioses, en eterna disputa,
más humanos que el pan en la ruta.
Con poderes, mitos y mucha ambición,
pero incapaces de pagar la cuenta en el mesón
“Resaca en el Olimpo ”
2
Despierta Júpiter con tremenda jaqueca,
el rayo en la mano, pero ya ni le peca.
“¿Quién apagó el sol?”—grita con destreza,
y Apolo responde: “¡Fue tu cerveza!”
Venus, despeinada, busca su espejo,
pero Marte ronca, tirado y maltrecho.
“¡Despierta, guerrero, que viene Vulcano!”
Y Marte murmura: “¡Que lo arregle con la mano!”
Neptuno vomita espuma salada,
jurando que es solo bruma encantada.
“¡No es borrachera, son olas del mar!”
Pero las sirenas no paran de chillar.
Mercurio, travieso, sin perder tiempo,
pinta bigotes a Zeus en su templo.
Roba la corona de Baco al pasar,
y la vende en el mercado por un dinar.
Saturno, molesto, mira su reloj:
“¡Tanto desmadre y ni un poco de control!”
Pero al intentar poner orden al día,
resbala en el vino, ¡vaya ironía!
Diana, en la esquina, dispara su arco,
pero le da a Cupido, que cae de un brinco.
Las flechas del amor vuelan sin aviso,
y Hércules termina besando a Narciso.
Mientras tanto, Minerva escribe un tratado:
\"Cómo evitar que el Olimpo esté borracho\".
Pero nadie escucha, ni por educación,
porque todos juegan a ver quién cae al balcón.
Baco, aún riendo, levanta su copa:
“¡Brindemos, mortales, que la vida es corta!”
Y mientras Dionisio se suma al festín,
Zeus jura abstinencia… ¡hasta el próximo fin!
“El Juicio Final”
3
Tras dos días de fiesta y puro derroche,
los dioses despiertan… ¡pero en un carruaje!
“¿Dónde estamos?”—pregunta Venus, aún mareada,
y Baco responde: “¡En Roma… o en mi almohada!”
Júpiter grita, \"¡Esto es un desastre!\"
pero nadie le escucha, ni siquiera Marte.
El dios de la guerra perdió su armadura,
y ahora viste toga… ¡de costura dudosa y censura!
Neptuno, cansado de tanto naufragio,
decide inventar el primer spa romano.
Pero al meter los pies en aguas termales,
descubre que eran… ¡las fuentes cloacales!
Mercurio, veloz, sin perder el humor,
vende en el mercado el trono del amor.
“¡Oferta divina!”—grita con pasión,
mientras Cupido lo persigue con un cinturón.
Saturno, harto, intenta poner orden,
pero los dioses ya no tienen remedio ni norte.
“¡El tiempo es oro!”—dice, muy formal,
pero en el Olimpo, eso es opcional.
Minerva, con cara de pura decepción,
propone un consejo… y nadie prestó atención.
“¿Sabiduría? ¿Qué es eso?”—bromea Apolo,
mientras compone reggaetón con su laúd al hombro.
Hércules, borracho, busca sus doce trabajos,
pero termina dormido… ¡entre dos carajos!
Diana le lanza una flecha al pasar,
pero falla el tiro y da en un bacanal.
Y en medio del caos, aparece Plutón,
con cara de serio y voz de ultratumba:
“¡Se acabó la fiesta, esto es un descontrol!”
Pero Baco le grita: “¡Relájate, campeón,
que ni en el Hades se niega el ron!”
MORALEJA FINAL:
En el Olimpo, el juicio es eterno,
pero los dioses… siguen de invierno.
Entre rayos, flechas y tanto licor,
queda claro: ¡ni el poder divino cura el humor!