...Y acá estoy.
La hoja sobre el pasto.
Mi mano escribiendo
y la indescifrable sinfonía
de quien seca las lágrimas
que no oxidaron el alma.
Hoy nace Octubre.
Este sol es dueño de la primavera...
Hace brillar la gris autopista,
eterna esclava de involuntarios temblores;
raíz profunda
de un cielo dictador.
Inmenso. Inalcanzable.
Este pasto se desprende
de las gotas de rocío.
Mi espalda de los dolores.
Me escapé de la ciudad,
aunque no de sus gritos,
sus grises, sus temores.
Lejos de mi guitarra
y de alguna canción perdida,
me encuentro ante la más hermosa melodía:
pájaros.
Efímero canto.
Alarmas.
Camiones.
Rutina.
En un abrir y cerrar,
alguien junto a mí, sin verme.
Su perro. Su bufanda.
Sus infinitas ganas de no seguir.
Vuelvo a ver el pasto...
Y otro zapato lo pisa.
Otra cartera levita.
Otra tristeza se hace ver.
Este sol que encontré,
no va a ser más
que el mismo que ayer,
cuando dormíase, les dijo:
"Si vuelvo a nacer,
será mañana."
...y otra vez abrieron sus ojos.
Otra vez no vieron
que en el árbol que reverdece
frente a mí,
con la luz de esa esfera
que se incendia de sabiduría,
se contempla una sombra,
una pequeña porción de oscuridad,
un vuelo sin destino,
un canto
que se repite, una y otra vez.
Y es inagotable
(sombra de gorrión),
el deseo de libertad que desprende.
Ese árbol, y el ínfimo momento místico
que se dibuja en sus hojas;
el boceto de la vida que intento
buscar.
Y acá estoy...
Mi alma yace en este lugar.
Mi cuerpo sigue molestando...
Quiero quedarme en el pasto.
Tu piel en la mañana.
Lo que me salva.