Amo tanto tus besos como tu cuerpo,
me acostumbré a besarte
sin llegar a tu ermita escondite
y mirar de cerca la chispa de tus ojos,
pensé que nunca te fuiste…
Sin saber que estabas cerca
ya mi alma, en esa calle te esperaba,
llegaba mi corazón latiendo tu nombre
más tu aroma, había pasado tan cerca,
tu boca, manantial de agua clara,
tus puntas tan afiladas y tibias
llenaban de magia la cabaña,
tu lenguaje silencioso e invisible
daban la pasión para una nueva fuga;
así lo creí, así viví con el escenario
de tu mejilla dormida en mi pecho,
de tu sagaz locura en mi aposento…
Una vez más, vuelve nuestro tiempo,
así llegó el incendio de tu templo
porque las calas frías y colosales
golpean con furia la casa del faro,
es arena cubierta de espuma amarilla
lo que se ve desde arriba,
y desde aquí, siempre te espero.
©.