A Nosotros, poetas, que con pluma en mano navegan por las vastas aguas de la inspiración, les digo, desde lo profundo de esta tierra que no necesita mapas ni coordenadas: no hay necesidad de pedir permiso para escribir. No importa la perfección de los versos, ni la precisión de los detalles, pues la poesía es un río que no se detiene en las orillas del control, sino que fluye salvaje, enredada con la luz y la sombra, como un sueño que nunca se olvida, pero que tampoco puede ser tocado.
Nuestros poemas no son meras estructuras, no son moldes para ser comprendidos, son alas desplegadas que buscan el viento sin importar si tienen o no la forma exacta que otros esperan. Son ecos de universos infinitos, las voces de galaxias que aún no hemos visitado. No hay reglas que puedan contenerlas, no hay límites que puedan callarlas. En cada palabra escrita, en cada estrofa que brota, se enciende un fuego que jamás se apaga.
Al diablo con la gramática que impone fronteras, con la métrica que encierra el alma en celdas. La poesía no necesita ser un reloj preciso, ni un libro de instrucciones; la poesía es el latido que sigue su propio ritmo, es la melodía que se escucha en el viento sin necesidad de partitura. Y si la lengua se tropieza, que no importe. Lo hermoso no está en lo perfecto, sino en la urgencia del momento, en el susurro sincero que nace de las entrañas, en la imperfección que se convierte en un himno eterno.
Así, queridos poetas, no teman a los márgenes, a los límites impuestos por otros, ni a la crítica que se posa sobre lo que no entiende. No importa si nuestra obra no se adhiere a los cánones; no importa si las reglas no se siguen, porque la poesía verdadera no entiende de restricciones. Ella es libertad en su forma más pura, es el cielo que se refleja en un charco o el mar que se pierde en el horizonte sin llegar a ninguna parte. Cada verso es una semilla que crece a su propio tiempo, con la fuerza del viento, el susurro de la tierra y el misterio del sol que nunca se ve, pero siempre está allí.
Que el poeta sea libre en su viaje, que no tema a las estrellas ni a la oscuridad, porque en su alma lleva la luz de todos los días. Cada palabra es una chispa, cada verso, un latido del corazón que sabe lo que quiere sin necesidad de explicarse. Y si se pierde, si tropieza, que eso también sea parte de la danza; porque en el arte no hay fracaso, solo descubrimientos.
Por eso, poetas del portal, no dején que el miedo a lo imperfecto los frene, no se dején atrapar por los cálculos ni por las reglas, porque el arte, el verdadero arte, no tiene dueño ni restricción. Sólo tiene vida, como el mar, como el viento, como el alma que se expande sin medida. Es un grito, una caricia, una explosión de luz que no puede ser contenida. Es lo que surge cuando el corazón se atreve a hablar sin miedos, sin censura. Y ese, amigos míos, es el verdadero poema.
Loizz M.a.M. “Karonte”