Saber que te amo tanto
y tu no me quieres,
me hace renunciar y decir: ¡Adiós…!
Es por eso, que hoy digo adiós,
a esta ilusión que tengo dentro,
a este amor que siento,
por quien no lo ha sabido apreciar;
mientras yo te he dado mis horas felices,
tu solo me has pagado con tristeza y dolor.
Mitigas la alegría de mi pecho,
acrecentando el dolor y la pena,
me dejas, acongojado y triste,
con lágrimas en los ojos,
y el corazón en las manos.
¡Pero!, para acabar con aquel dolor,
la palabra correcta es: “Adiós”.
Y dejaré que partas por ignotos caminos,
llevándote mi alegría, sueños e ilusiones,
entonces quedaré yo con la tristeza,
nostalgia y melancolía,
como recuerdo, de aquel cariño muerto,
que poco a poco arrancaré de mi pecho
como quien arranca flores;
porque solo así, no lastiman
ni causan dolores.
Tu cuando sientas el desprecio
de aquel que llegues amar,
entonces vas a comprender
lo que es llegar a querer,
con el alma y el corazón; y llorarás…,
llorarás…, solitaria y en silencio,
recordando que un día fuiste amada;
y te sentirás desolada,
con aquella historia invertida,
yo recobraré mi alegría;
tu, ¡llorarás desconsolada!...