En tus muslos escondo la presencia
de mi mano callada, sensitiva,
ante el amor que suple la demencia…
al sentirme morir… y tú estás viva.
Esos muslos tan tuyos que son míos
que con sólo tocarlos ya transpiro;
porque después de todo sí, son míos,
porque nadie los ve como los miro.
Es tu cuerpo accesible a mi caricia
a mis besos tu boca, a tu oído
mis palabras que corren con malicia;
tu mano un arrebol en cada tarde.
Por eso el paraíso prometido
lo encontré entre tus muslos sin alarde.