Después de tanto hablar de ti,
casi te callo ahora,
concorde con la voz de tu silencio.
(Pedro Casaldáliga)
La vida era la limpia llegada de la luz
sobre la habitación deshabitada
de la infancia,
todo estaba ya allí.
La sonrisa y el llanto en un mismo relámpago
inauguran las tinieblas pacíficas
del vientre de la madre,
que se abren,
y a su abrigo nacemos
con el sello indeleble de la espera
y el tránsito.
Carne sobre la carne, de pulso en pulso
venimos a las entrañas de otra madre
que gesta su alumbramiento íntimo
en la sombra, como una fiera amable.
Desde siempre llegamos a su grávido
vientre. Vamos, sangre a sangre, llegando
a su comienzo sin final, hasta cegarnos
su cálida luz fría tras la luz.
Morir. Vivir. Tal la herida, la gracia
intermitente que gozamos a este lado
escrito, cual reverso, del libro de la vida.