Cuando en mis huesos la inacción florece
juicios ingratos entran en mi vida
y un rosario de cuentas aparece
entre los labios de la despedida.
¡Me convocan presencias tan extrañas
con voces mudas que hablan por mi boca,
que una lágrima pende en mis pestañas
cristalizada como dura roca!
Con las letras del llanto dejo escrito,
de mi vida, el acierto y el fracaso
y en el tránsito pierdo mi bagaje.
Y abrazada a las sombras del ocaso,
voy sin pena ni gloria al infinito
desnuda, sola y libre de equipaje.