Antero

¡Ay, del tiempo!... y sus secuelas.

 

 

A medida que el pasado reivindica su importancia y amenaza con tomar las riendas de mi vida, el presente, en desconcierto, se atemoriza y el futuro se esconde en las cuevas de los cobardes que siempre llegan tarde.

 

Hice un sobrehumano esfuerzo, sabía que estaba desahuciado; mis fuerzas se estaban evaporando. Y tomé de nuevo la pluma, la mojé en el tintero y me dispuse a escribir mis últimos versos; me quedaba poco tiempo. 

 

¡Ay, del tiempo!, incluido todo aquel que he perdido.

Tan lejano como un soñar y cercano como un pesar.

 

Inmerso en la necesidad, tratando de olvidar el olvido, 

con lo que no me deja volver a los besos no bebidos

 

—Sigo sin comprender:

 

Que apenas queden gotas si beber y son mi necesidad; no pretendo saciar la sed de una vez, a mi pesar; en los deseos contenidos, en el vaso del tiempo, todo es mucho más que eso, es por no morir sediento.

 

Fue entonces, cuando un ruido en la cocina y el aroma de café recién hecho, me despejaron la bruma. Me levanté, dejé la pluma en el sueño y, con los versos entre mis labios, fui en su busca. Una sonrisa luminosa me despojó la niebla del tiempo. 

 

Unos labios hicieron el resto para que naciera de nuevo.