He aprendido a leer tus silencios,
en la magia cautivante de tu mirada,
nunca había callado así,
ante el juego insaciable de tu mutismo.
¡No es la voz la que genera los sonidos!
¡Ni la que propaga la ternura y el entusiasmo!
es tu silencio lo que roza la epidermis,
amontonando los huesos de mi cuerpo,
reparando las fracturas que deja el tiempo,
ahuyentando el miedo de la noche.
El silencio en tus ojos color de día entero,
seduciendo las montañas y el camino,
silencio como brillo de sol y mar en calma,
que sonríe ardiente en sus matices,
contemplando inocente el espectáculo,
de amor en libertad en tu sigilo.