Con el paso de los años, he visto con asombro, que el mundo es un espejo de un místico estrobo.
La luz en la arboleda, sus ráfagas doradas, convierten la existencia en llama delicada.
He hallado en la ribera del río rumoroso, un soplo de belleza en su cauce sinuoso, y en la brisa errabunda que roza con su danza,
el oro de la tarde que torna la balanza.
La dicha nos rodea, se esconde en lo pequeño, en sombras de los álamos, en luces de los sueños. No pasa un solo día sin que un fulgor divino. nos muestre, en un instante, su edénico destino.
En gotas de rocío que el alba sacrifica, en vuelos siderales de un ave que se explica, en labios de un niño que ríe sin motivo, resuena la certeza de un júbilo furtivo.
Las flores, en su cáliz, encierran la armonía, los astros en la noche susurran melodía, y el hombre, en su fatiga de sombras y desvelo, escribe sin saberlo los versos de este cielo.
No es fábula ni engaño, es signo recurrente: la vida nos prodiga su esplendor permanente.Y al cabo de los años, mi alma esclarecida,
descubre en cada día la gracia de la vida.