Bésame lento,
como la marea besa la arena
antes de devorarla en un suspiro.
Déjame sentir en tu piel
el incendio que traen tus labios,
ese calor que nace
donde la razón se desvanece.
Mi lengua dibuja senderos en tu cuello,
viaja a la deriva entre jadeos,
navega por el valle de tus pechos
hasta perderse en el abismo
donde el deseo se vuelve naufragio.
Tus uñas dejan surcos en mi espalda,
cicatrices de una guerra deliciosa,
donde el único grito
es el eco del placer repitiéndose,
como un latido enloquecido,
como un trueno en la tormenta
de nuestros cuerpos encendidos.
Te muerdo el alma,
te arranco los miedos con cada embestida,
te susurro en la piel
lo que las palabras no se atreven a decir.
Somos caos, somos vértigo,
un incendio sin final
donde solo queremos arder.