Cuántos quisimos ser todo un Quijote,
con yelmo, armadura, lanza y espada,
haber tenido una muy fina barba
y también un elegante bigote,
rescatando a unas atractivas damas
de los colmillos de fieros coyotes...
Montados en un gastado jamelgo,
homenaje al eterno Rocinante,
buscar a nuestro leal escudero
y aventurar con el sol por delante,
quizás de algún verso voy y me cuelgo,
de las aspas de un molino de viento...
Combatir a nombre de Dulcinea,
que importa que no sea del Toboso,
llevarle por cierto nuestros trofeos
y hacer aún más famosa su aldea,
no se pongan celosos los babosos,
que este es solamente un nuevo paseo...
Mis enemigos no son los molinos,
los míos son mis demonios internos,
poco importará el camino escogido,
todos irán con destino al infierno,
este poema es sin seres divinos
ni va para ningún otro elegido...