Hay cosas que el tiempo no borra, pasiones que no mueren, deseos que se esconden en la piel esperando el momento para arder. Algo así nos sucede, algo así nos sucede, tú y yo nos miramos como quien sabe demasiado, como quien finge haber olvidado pero sigue temblando por dentro.
Dijiste que ya no sentías nada, pero tu cuerpo es más honesto que tú voz. Aún se eriza cuando susurro a tu oído, aún se rinde cuando mis brazos rozan tú cintura, y cuando mis labios se encuentran con los tuyos, sé que te ahogas en el incendio que finges haber apagado.
Yo no puedo ser hipócrita, no puedo negar lo que aún provocas en mí, con la misma urgencia de siempre, con la ansiedad de quien ha probado y nunca ha dejado de anhelar. Lo sé, hemos pecado en silencio, te has buscado entre tus sábanas con mi nombre en los labios mientras en tu mente recuerdas como te hacía mía una vez más.
Y cuando al fin te sueño, cuando el engaño se deshace en caricias, cuando tus gemidos me piden lo que tú boca calla, ya no hay vuelta atrás, no puedo contenerme, no quiero hacerlo, si tus caderas me exigen, mi piel responde, y lo que empieza lento termina en un frenesí sin reglas, donde la razón se pierde y solo queda la razón de nuestros cuerpos devorándose sin pudor.
Mentir es inútil, pero la piel... La piel siempre termina delatandonos.