MAQUIAVELICA

Fuego y Pecado

Dos fuegos me recorren la piel y ninguno me deja intacta. Uno me acaricia con la paciencia del que sabe esperar, del que mide cada roce como si al tocarme pudiera moldearme a su antojo. El otro me devora sin permiso, sin tregua, sin freno. Es hambre y es tormenta, es la furia del deseo golpeando mi carne con la violencia de lo prohibido.

Con uno soy caricia, piel que se entrega con la dulzura de una confesión murmurada al oído. Con el otro soy grito, soy cuerpo rendido, soy el latido brutal de la culpa que se ahoga entre gemidos.

Uno me ama con devoción, con la ternura de quien teme perderme en cualquier parpadeo. Pero el otro… el otro me reclama como si mi alma le perteneciera desde antes de los tiempos. Me toma como si al poseerme pudiera robarme la voluntad, como si en su aliento estuviera escrito mi destino.

Con uno soy refugio. Con el otro, incendio.

Y no sé si quiero salvarme o arder.

Porque en su pecado, en su cuerpo, en su furia… me descubro más viva que nunca. Porque cuando su boca rompe mi aliento y sus manos me obligan a olvidar mi propio nombre, entiendo que algunas prisiones se sienten como libertad.

Y si esto es condena,
que me encadene.

Si esto es fuego,
que me consuma.

Si esto es infierno,
que nunca amanezca.

 

 

 

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