En aquellos días de vigilante
el corazón repartía sangre con la genial
exactitud de una máquina del futuro
prohibida por los incuestionables y decrépitos chefs
del lugar y el momento.
Noches de pladur, café y uralita,
otras de neón y decibelios cómplices,
en aquel reino de muertos vivientes
sabían a pócima amarga (elixir divino
de piratas kamikazes y contrabando)
junto a intermedios de cerveza rubia
de grifo y bourbon. Zonas eternas sin sol,
y entre las mugres de soledad y graffiti,
siempre alguna buena chica sin nombre,
guapa, enganchada y puta,
(en la mirada, una tormenta eléctrica
clavada hasta el tuétano de sus ojos)
Era la lírica del amor al desamor (o la épica de la cucaracha)
Y los versos, insultantemente torrenciales,
llovían ajenos a las leyes de la intransigencia
en versión punk&garage
\"Cuando la vida es un himno no la estropees,
ya lo hará ella sola\",
dijo el duende maligno y arrepentido
que esta medianoche agoniza
sobre la playa de un mar en bucle.
Y a ti, que sabes de qué va esto que digo,
te pregunto:
¿Saboreaste la avenida vacía
y vestida del silencio más dulce
que jamás escucharás?,
¿te enrollaste con la luna sin tren de aterrizaje
y a vena descubierta?, ¿ordenaste a los peces
y a los grillos que nadaran y cantasen
para vosotros en aquel rincón privado de río
entre el tráfico infinito de la Urbe?,
¿o quizás te fumaste tu rutilante presente
hasta escupir los pulmones...?
Y hoy la ciudad, con su alzhéimer lógico,
el estadio recalificado y en ruinas
(como tu factoría de sueños),
el metro de la Plaza, que ya no huele a metro,
esas canciones, que ya no encienden nada;
la lúgubre y crujiente ex-embajada filipina
(ahora hotel mil y una estrellas)
o aquella discoteca en el sótano de la memoria,
antiguo templo de aquel joven emperador
con camisa a rayas azules y blancas
(ahora en venta y liquidación
como nuestro vademécum de verdades-burbuja)
Luego el sol siguió cayendo,
cayendo,
y cayendo...
Y el vigilante que ayer contaba estrellas,
hoy cuida sombras vía satélite y abre,
mecánicamente, la puerta del viejo casino
a cambio de generosas propinas
a elegantes dinosaurios:
crueles y encarnizados asesinos de grillos.