La nívea dama se burla
desde su alto palco.
Es fácil entender el guión
si no deslumbra la niebla;
al primer tacto, la sombra
se convierte en agua.
Los actos se suceden
en un guión demente,
y en el crescendo, un rumor;
el eco de una voz sin voz
que cincela el desenlace.
No es errar cuando reina el azar…
El ígneo nudo engendra
una ola en plena tragedia.
Ser quijotesco libreto
requiere liviano peaje;
el tacto de cristal,
de una máscara sin aplauso.
Somos obra y actor
o tal vez no somos nada,
pero en esta función
los verbos se diluyen
ya nadie recuerda
si es farsa o drama.