La luz de la noche centelleante
me ha observado tratar a las palabras
que me acompañan en la gala solitaria
donde se forman impacientes a su turno.
No me canso de buscar a cada instante
el pretexto de un poema: una mirada,
un gesto o una paloma arbitraria
que vive entre los cables del cielo taciturno.
Mas sin vergüenza apareces Tú, pedante,
para hablarle al carpintero sobre tablas;
con tus labios y tus piernas incendiarias
inmovilizaste de mi pluma el leve curso.
Abochornados mis poemas por no poder expresarte,
con tu semblante cada uno de mis versos aplastas;
reinventaste mi poesía de manera involuntaria.
¡corre grácil hada a cambiar a todo en el mundo!